La suma de esperanza y desesperación es igual a cero: cualquier amor desmedido, cualquier esperanza inconsciente, conduce solamente a la locura.
Leyendo el bello post del reto de Sara Schala S Nin en el muro de Joyce Aydalina Tórres Díaz, caí en cuenta que los personajes con los que nos identificamos no son en vano. Me da miedo pensar que puedo identificarme con Akemi Homura, pero al ver que Joyce se identifica con Vegeta, creo que es normal aceptar que la oscuridad forma parte incluso del corazón que parece más puro.
La transformación de Homura (protagonista de Puella Magi Madoka Mágica) va de tímida chica enfermiza (en mi niñez y adolescencia pasé demasiado tiempo en cama, por el asma y la bronquitis que surgía a consecuencia); a solitaria y desconfiada chica mágica que sacrifica todo por intentar salvar a Madoka, viajando miles de veces en el tiempo y consiguiendo siempre el mismo resultado (Madoka Magica me despierta los momentos en los que cuidaba a mi abuela con alzheimer, por que era ella quien me decía que la vida era hermosa aunque su mente se borrara, y su personalidad se anulara).
Cuando ví la serie, mi abuela estaba enferma, dejo de ser capaz de leer los libros que tanto amaba, cesó de escribir con la bella caligrafía y el ingenio que la caracterizada. Y al igual que Madoka, ella buscaba lo mejor, lo más bueno, en personas que francamente, podríamos calificar de monstruos. Con sus fallas, con todo, mi abuela tenía la pureza de Madoka Kaname: y yo trataba de luchar contra lo inevitable de su muerte.
Si alguien ha visto juicios testamentarios, creanme, verán en ellos lo peor del ser humano... Al igual que Homura, la fantasía del bien, del heroísmo propio de una chica mágica, son solamente una mentira que condena a la desesperación: el mundo era caos, una lucha encarnizada, cruel y sin lealtades; el amor, tan sólo una mentira.
En algún punto, quise mandar todo a volar, resignarme a que el mundo estaba podrido y que tal cosa como la bondad no existía: que mi destino era vagar sola, sin confiar, justo como Homura.
Al final, en la tercera película de Madoka Mágica, en Rebellion, Akemi Homura se vuelve exactamente el monstruo contra lo que luchaba: el amor desmedido, lleva a la sinrazón. Esto resuena demasiado con los últimos 4 años de mi existencia, donde aguante mucho más de lo que la mayoría soportarían: me desconecte para no sentir, seguí, como posesa, tratando de lograr objetivos y lastimándome en el camino por correr tan ciegamente. En algún punto, tuve que parar: es imposible dar todo, incluso a si mismo, por un amor que solamente conduce a la locura. Era Akemi Homura, el demonio, la diosa nacida de un amor abominable.
En este mundo, se puede pasar de ser héroe a villano: ¿cuál es el límite?
A veces, hay que saber dónde y cuándo parar.
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